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lunes, 26 de noviembre de 2012

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

Con esta fiesta litúrgica, concluimos un nuevo Año Litúrgico. La meta de la vida de todo cristiano es el encuentro definitivo con Cristo en el cara a cara que ahora sólo vislumbramos por fe.
Así, mientras vamos peregrinando hacia la Patria definitiva, somos invitados por la Iglesia a reconocer en Jesús, al Rey que vendrá de nuevo con gloria y cuyo reino no tendrá fin (Credo Niceno Constantinopolitano).
No ha sido así su Primera venida, fue silenciosa, casi oculta, humilde… sólo unos pocos lo acogieron y les fue anunciado…
En el relato que nos ofrece el evangelista Juan (Jn. 18, 18 y ss.) sobre el diálogo entre Jesús y Pilato, representante del Imperio Romano, el más grande y poderoso imperio de ese tiempo, impresiona el contraste entre ambos, sin embargo Jesús se declara Rey.
Jesús aparece en esta escena atado de manos (Jn. 18, 12), llevado hasta él para ser juzgado (Jn. 18, 28), y más aún declarado culpable, se muestra pacífico aún tratado con violencia y declara la verdad: “Yo soy Rey: para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz.” (Jn. 18,37)
Una lección admirable de nuestro Señor y Maestro. Son los rasgos que él delinea en cada palabra suya sobre su Reino: manso, silencioso, veraz, fuerte, con la fuerza de Dios no con la fuerza humana. Ya conocemos el triste y angustioso epílogo del uso desalmado del poder humano mal ejercido.
Que Jesús Rey nos enseñe a acoger su Reino, ese Reino de las parábolas para el que debemos estar en sintonía con él, sino siempre serán enigmáticas; ese Reino de sus milagros, para el que necesitamos espíritu de fe, sino podremos asistir a muchos milagros y nada transformará nuestra vida; ese Reino que no es de este mundo (Jn. 18, 36), el Reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, donde todo es comunión, entrega y amor.

Hna. Gloria, fic

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