Hemos
reflexionado sobre los tres primeros dones del Espíritu Santo: sabiduría,
entendimiento y consejo. Hoy pensemos en lo que hace el Señor, Él viene siempre
a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don especial: el don
de la Fortaleza.
1. Hay
una parábola que nos ayuda a comprender la importancia de este don. Un
sembrador va a sembrar; pero no todas las semillas que siembra dan fruto. Las
que terminan en el camino se las comen las aves; las que caen en terreno
pedregoso o entre espinas brotan, pero pronto se secan por el sol o ahogadas
por las espinas. Solo las que caen en la buena tierra crecen y dan fruto.
Como el
mismo Jesús cuenta a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que
difunde abundantemente la semilla de su Palabra. La semilla, sin embargo, a
menudo, choca con la aridez de nuestros corazones y, aun cuando viene recibida,
a menudo se mantiene estéril. Con el don de la Fortaleza, en cambio, el
Espíritu Santo libera la tierra de nuestro corazón, la libera del letargo, de
las incertidumbres y de todos los miedos que pueden detenerlo, de modo que la
Palabra del Señor sea puesta en práctica, de manera auténtica y alegre. Es una
verdadera ayuda este don de la Fortaleza, nos da fuerza, incluso nos libera de
tantos impedimentos.
2. Hay
también momentos difíciles y situaciones extremas en las cuales el don de la
Fortaleza se manifiesta de modo extraordinario, ejemplar. Es el caso de
aquellos que tienen que afrontar experiencias particularmente duras y
dolorosas, que perturban su vida y la de sus seres queridos. La Iglesia
resplandece por el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no han dudado
en dar la propia vida, con tal de permanecer fieles al Señor y a su Evangelio.
También
hoy no faltan cristianos que en tantas partes del mundo continúan celebrando y
testimoniando su fe, con profunda convicción y serenidad y resisten también
cuando saben que esto puede costar un precio muy alto. También nosotros, todos
nosotros conocemos gente que ha vivido situaciones difíciles, tantos dolores.
Pensemos en aquellos hombres y en aquellas mujeres que llevan una vida difícil,
luchan por llevar adelante la familia, educar a los hijos, pero esto lo hacen
porque está el Espíritu de la Fortaleza que los ayuda.
Cuántos,
cuántos hombres y mujeres, de los cuales no conocemos el nombre, honran nuestro
pueblo, honran nuestra iglesia porque son fuertes, fuertes en el llevar
adelante su vida, su familia, su trabajo, su fe. Pero estos hermanos y hermanas
nuestros son santos, santos cotidianos, santos escondidos, en medio de
nosotros. Tienen precisamente el don de la Fortaleza para llevar adelante su
deber de personas, de padres, de madres, de hermanos, de hermanas, de
ciudadanos. Tenemos tantos, tantos.
¡Agradezcamos
al Señor por estos cristianos que tienen una santidad escondida, pero es el
Espíritu dentro que los lleva adelante! Y nos hará bien pensar en esta gente,
si ellos hacen esto, si ellos pueden hacerlo ¿por qué yo no? Y pedirle al Señor
que nos dé el don de la Fortaleza.
3. No se
debe pensar que el don de la Fortaleza sea necesario solamente en algunas
ocasiones o situaciones particulares. Este don debe constituir la
característica esencial de nuestro ser cristianos en la normalidad de nuestra
vida cotidiana. Como he dicho, en todos los días de la vida cotidiana tenemos
que ser fuertes, tenemos necesidad de esta Fortaleza para llevar adelante
nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe.
Pablo, el
apóstol Pablo, ha dicho una frase que nos hará bien escuchar: “Yo lo puedo todo
en aquel que me conforta”. Cuando llega la vida ordinaria, cuando llegan las
dificultades, recordemos esto: “todo lo puedo todo en aquel que me conforta”.
El Señor da la fuerza, siempre, no falta. El Señor no nos prueba más de lo que
nosotros podemos tolerar. Él está siempre con nosotros, “todo lo puedo en aquel
que me conforta”.
Queridos
amigos, a veces podemos estar tentados de dejarnos vencer por la pereza o peor,
por el desaliento, sobre todo de frente a las fatigas y a las pruebas de la
vida. En estos casos, no perdamos el ánimo, invoquemos al Espíritu Santo para
que, con el don de la Fortaleza, pueda aliviar nuestro corazón y comunicar
nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y a nuestro seguimiento de Jesús. Gracias.
Vaticano,
Audiencia general, miércoles 14 de Mayo de 2014.
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